“para conocer bien la naturaleza de los pueblos hay
que ser príncipe,
y para conocer bien la de los príncipes hay que ser
del pueblo”
En
algún lugar imperecedero, en el monumento que perpetúa una genuina admiración,
yace el autor de una controversia sin fin, de la polémica cuestión entre ser
amado o ser temido y que describió el escenario esquivo en el que aparece la
fortuna…
La figura de Nicolás Maquiavelo siempre
ha sido polémica: para algunos es la encarnación del mal que glorificó todos
los vicios y excesos de los gobernantes justificándolos como estrategias y
artificios para conservar el poder; otros lo consideran el precursor de las
ciencias políticas, el primer analista que identificó las causas del
surgimiento y del declive de los reinos utilizando los ejemplos registrados en
la historia. En torno a “El Príncipe” suelen revolotear las críticas infundadas
de toda esa gente que, por los excesos de moralina en la sangre, jamás lo han
leído; desde su publicación en 1531, abundan los ecos sordos y necios que lo
condenan.
Para no perder la costumbre de polemizar
en torno a Maquiavelo, se realizó el Conversatorio “Qué tan maquiavélico fue
Maquiavelo” con la participación de Maurizio Viroli (profesor emérito de
Universidad de Princeton) autor del libro “Redimiendo a Maquiavelo” quien
también participó en un evento organizado por el Instituto Mexicano para la
Justicia (IMJUS). Y como a la oportunidad la pintan calva, alguien la agarró de
los pelos y este evento fue el pretexto perfecto para que uno de los príncipes
del Neoliberalismo esclareciera las sombras que nublan el entendimiento de los
mexicanos: el expresidente Carlos Salinas de Gortari presentó la ponencia
“Realismo e idealismo en Maquiavelo” y con vano afán protagónico también escribió
la columna “Leyendo adecuadamente a Maquiavelo… y a los que lo comentan” publicada
en El Universal.
Como respuesta a “una crónica del evento
que equivocó los términos” y anticipándose a las “fantasías” elaboradas que ya
pululan en el ambiente, Salinas aclara en su columna el sentido de sus
argumentos y el verdadero significado de los fragmentos que citó en su
ponencia, en la que resalta su interpretación del capítulo XXV: “Cuál es el
poder de la fortuna en las cosas humanas y cómo hay que enfrentarse a ella”
ejemplificándolo con aquel golpe de la fortuna que derrumbó el Muro de Berlín y
propició el Tratado de Libre Comercio.
Es evidente que Carlos Salinas es un
ferviente lector de “El Príncipe” y que ahora pretende enaltecer su régimen a
la luz de la lógica maquiavélica; pero entre muchas de las cuestiones que
debería esclarecernos está el ridículo en el que incurre un exmandatario al
arriesgar su vida en una huelga de hambre para reivindicar su gestión. Me
parece que la ponencia de Salinas es una burda imitación del talentoso
florentino, que la única fantasía es el afán por parecer maquiavélico porque es
un adjetivo demasiado grande para su talla, tan ínfima que contrasta con la
magnitud de su cinismo en uno de los escenarios más esquivos en que se invoca a
la fortuna…